El pasado sábado 26 de febrero se perdía el rastro en la montaña de nuestro amigo y compañero David Delgado. Había subido a los Pirineos para hacer una travesía con unos compañeros y, en aquel terreno que tanto amaba, tuvo un fatal accidente. Esta circunstancia desgarradora nos invita como colegio a afrontar juntos las cuestiones más importantes de la vida. 

 

El pasado lunes, después de que sus alumnos de TEGU y TSEAS supieran la triste noticia, llenaron la capilla del colegio. En medio del trajín de cada día, en el trasiego de preocupaciones e intereses pasajeros, irrumpía un silencio conmovedor, desgarrador y lleno de preguntas. El afecto tan grande que se respiraba por David daba cuenta de su humanidad y de su pasión por las clases y por sus alumnos, pero suscita también muchos interrogantes. La realidad educativa de nuestro colegio es apasionante porque nos permite afrontar juntos estas preguntas e inquietudes. 

Lo que estamos viviendo provoca un gran dolor, la nostalgia de un bien -el de la vida de una persona como David- que no queremos perder ni olvidar. Pero este dolor habla de algo muy importante sobre nuestra vida y sobre lo que hacemos juntos: ¿La vida es solo esto? ¿Cómo no desesperarse? ¿Qué tiene que ver este hecho con el resto de cosas de la vida: estudios, proyectos, amigos, ilusiones?  ¿Por qué existe el dolor, por qué la muerte? ¿Por qué, en definitiva, vale la pena vivir? Si lo que estudiamos no sirve para afrontar este mazazo, ¿qué sentido tiene empeñarse en todo esto? 

¡Qué misterio! ¡Qué sobrecogedor misterio! ¡Qué desproporción tan absoluta! Todos querríamos tener todo aclarado, resuelto, y lo que prevalece es una grandísima desproporción, una impotencia que nos desborda. Somos un colegio, precisamente porque nos ayudamos a afrontar los grandes desafíos de la vida. Como profesores tampoco tenemos fórmulas para resolver todas y cada una de estas preguntas, pero hemos aprendido -y en esto nos acompañamos como adultos- a hacer un camino común. Animamos a todos los alumnos y a la comunidad educativa a no esconder el dolor vivido, a afrontar juntos estas grandes preguntas, que son “misterio eterno de nuestro ser”, como cantaba el poeta Leopardi. 

Busquemos en este momento a aquellos que miran la vida con esperanza, que todavía lo esperan todo a pesar de las dificultades y heridas sufridas, que aún tienen grabado en su rostro una certeza indomable. Los auténticos amigos no son los que nos distraen sino los que nos ayudan a vivir con más seriedad, sin olvidar nada, sin desfallecer. Por menos de esto no vale la pena estudiar ni estar juntos.

La muerte de David nos inunda el corazón de dolor, pero también nos hace estar expectantes, como niños que acaban de venir al mundo y, llenos de sorpresa, esperan que suceda todo mirando a sus padres y a los que tienen delante. Pedimos juntos al Señor, que ya ha vencido a la muerte, para que venza también en esta circunstancia; Él es el único que puede traer paz al corazón. Pedimos por David, por su familia y por todos nosotros, sin olvidar al resto de los hombres -hasta el último rincón del mundo- que, como todos, sufren y esperan la alegría completa en sus vidas.

 

Un afectuoso saludo

El Equipo Directivo