Desde la certeza de que el Señor ha resucitado, volvemos a nuestra Galilea de cada día. Quizá podamos pensar que poco o nada ha cambiado, que vivimos inmersos en tiempos raros de tristeza y de muerte, pero a la luz de la Pascua no cabe la desesperanza, el Señor nos espera en la vida, en nuestra vida, en la sencillez de lo cotidiano y nos llama a sostener a nuestros hermanos en el convencimiento de que la Luz siempre vence a la oscuridad.
¡Feliz Pascua!