¿Cómo de cerca estamos de la ciencia? A veces, usamos la expresión «yo soy de ciencias, o de letras» para referirnos a lo que se nos da mejor o peor, o simplemente porque no nos apetece pensar en ese momento pero, ¿quién decidió que tienen que estar separadas? ¿En qué momento nos decidimos por uno u otro ámbito sin darnos cuenta de que se necesitan entre sí?

Cuando nacemos, todo es ciencia, todo es descubrimiento, todo es querer saber más, experimentar, analizar, hablar… y todo ello se hace a base de acierto y error. Y de repente, crecemos y ya no son todo experimentos, ya no probamos, tenemos miedo al fallo.

Todos podemos y debemos fallar y seguir experimentando y probando sin miedo a que no salga bien; de hecho, cuando sale bien es porque ha salido antes varias veces mal. 

En el trabajo del laboratorio, el objetivo es practicar y hacer varias veces las cosas hasta que salgan bien; si no salen bien, se repetirá y se repetirá hasta que al final salga.

La idea del error es parte de nuestro aprendizaje, es necesario para poder avanzar. Cuando los alumnos y alumnas entran en el laboratorio tienen muchos ítems que ir superando, trabajando contenidos, pero sobre todo habilidades y competencias. Han de desarrollar muchas destrezas que les servirán para su futuro. Y no solo porque se vayan a dedicar a las ciencias.

Cuando el alumno dice “no sé” y, en base a eso no hacen, no ganan nada, todo lo contrario. Sin embargo, con un “no sé, pero lo hago, me equivoco y lo aprendo” consiguen mucho más, se superan, se esfuerzan, descubren y ven que pueden llegar a lo que quieran. Esto es lo que se trabaja en el laboratorio, ver que «intentar» significa aprender.  Y sobre todo, que la equivocación y el error son parte importante de ello. 

Isabel Serrano

Profesora de ciencias